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sábado, 10 de octubre de 2015

Musa

Ya no se que hacer,
esta mente dispara de mis emociones
a la hora de sonreír,
esa musa, compañera, se esconde,
en el momento de ser feliz.
Pero qué dilema, maldita sea,
en el que esta dichosa pudo encerrarme.
Si ser feliz es el precio de perderle
¿Cómo ser feliz sin mi musa,
y porqué sufrir para cogerle?
Soportarme pues, en momentos difíciles,
liberar mi llanto en la agonía,
curarme del pecado de amar pudo
y en un intento fallido
logró enseñarme la alegría.
¿Y cómo es que ahora me abandona?
Será que la malévola ha de hacerme reclamar la injusticia
de caminar entre las sombras con los ojos humedecidos
y los pies descalzos sobre espinas de rosas.
¿Será pues, que cumplió su misión tan poderosa
de arrancarme de la tragedia
y bañarme en la dicha de una vida esplendorosa?
¡Pero qué tontería!
Si vivir sin mi musa yo no puedo,
aquella que me llena el vacío
con su peculiar belleza
cuan hermosura sobrepasa incluso
a la esplendorosa silueta de una mujer desnuda.
Pues esa ha de ser mi musa,
mi sentido de vivencia,
el rayo de luz que mis ojos contemplan
entre las nubes grises que en la ciudad atormentan.
Alma de mi alma,
espíritu de mi esencia,
No me dejes sola

pues a la felicidad renuncio por tu presencia.

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